09 Ago ¿Qué son y qué significan los transgénicos hoy en día?
Un organismo “transgénico” es, por definición, un organismo portador de un material genético heterólogo, un fragmento de ADN que no es propio de su genoma, al que denominamos “transgén”. Por ello, los organismos, bacterias, plantas y animales que incorporan en su genoma un ADN foráneo los llamamos “transgénicos”. Aunque fue en los años 70 cuando se crearon por vez primera los primeros organismos “transgénicos”, al confirmarse que era posible transferir genes entre bacterias distintas mediante transformación e ingeniería genética, en realidad, el término “transgénico” no aparece en la literatura científica hasta 1982, poco después de que se publicarán algunos de los primeros ratones transgénicos, en los que, por ejemplo, un transgén con el gen de la hormona del crecimiento provocaba un aumento considerable de tamaño en los ratones que lo recibían, lo cual catapultó el lanzamiento de la biotecnología animal. La primera planta transgénica fue descrita un año más tarde, en 1983, y se trató de una planta de tabaco resistente a un antibiótico, como prueba de que era posible transformar plantas con genes foráneos, trabajo a su vez que lanzó la biotecnología vegetal. Así pues, lo primero que hay que entender es que un organismo transgénico no es más que aquel que ha incorporado un gen extraño a su genoma, que no le es propio, y que puede modificar sus características.
En realidad la generación de organismos transgénicos es una herramienta muy útil que permite cambiar las cualidades de una bacteria, de una planta o de un animal, a los cuales se les pueden añadir características beneficiosas, para la propia especie y/o para la humanidad (bacterias capaces de procesar y degradar substancias tóxicas vertidas en el medio ambiente, bacterias capaces de producir insulina, arroz con nuevas cualidades alimenticias, tomates que tardan más en deteriorarse, plantas que resisten mejor la sequía, o resistentes a herbicidas o a plagas, salmones que pueden crecer mucho más rápido en las piscifactorías, cerdos que generan purines menos tóxicos, ratones como modelos animales de enfermedades humanas, etc… ). Y todo ello de forma muy precisa, seleccionando los genes que se añaden en cada caso, y ninguno más, para conferir las nuevas cualidades deseadas.
Antaño, los procedimientos clásicos de mejora genética animal o vegetal que aplicaban ganaderos y agricultores para incrementar o mejorar la calidad de sus productos estaban basados en la observación de las características de los animales o los frutos y la selección de sementales o semillas para las siguientes generaciones. Por ejemplo, el toro o la vaca que presentaban determinadas características beneficiosas para la producción (mejor carne o más cantidad de leche) eran los que se cruzaban preferentemente con otros animales para conseguir que sus descendencias fueran lo más parecidas posibles a los animales originales excepcionales. Esta mejora genética tradicional dio lugar a muchas de las variedades y razas que conocemos, produciendo beneficios y otros efectos no deseados, puesto que la selección obviamente no afectaba solamente a un gen sino a un conjunto de genes, a todo el genoma, que era lo que se movilizaba en cada cruce, en cada generación, al producirse la selección, incluidos los genes beneficiosos y los que no lo eran tanto. Por eso, la biotecnología moderna, tanto animal como vegetal, con la generación de organismos transgénicos, permite realizar el procedimiento de mejora de forma mucho más precisa, más rápida, en una sola generación, de forma mucho más controlada y afectando solamente a los genes cuya actividad se desea modificar, sin alterar el resto del genoma. Y, además, el proceso no está limitado a los genes que dispone un organismo, sino que pueden introducirse genes de otra especie para aportarle características nuevas, más beneficiosas, que nunca hubiera podido adquirir mediante procedimientos de mejora tradicional.
La aparición de la primera planta transgénica, en 1983, disparó el debate entre los científicos y en la sociedad, que reclamaba una regulación específica sobre los organismos transgénicos. Fue a partir de 1983 cuando se empezó a utilizar el concepto de organismo modificado genéticamente (OMG, o GMO, de genetically modified organism, en inglés, frecuentemente abreviado simplemente como GM). Además de suscitar menos rechazo entre la sociedad (la palabra “transgénico” tenía y, todavía tiene hoy en día connotaciones negativas) el concepto de OMG permitía acomodar no solamente la introducción de nuevos genes, sino la alteración o eliminación de genes preexistentes en el genoma del organismo a modificar. En 1981 se describieron por vez primera las células troncales embrionarias pluripotentes en el ratón (las popularmente conocidas como células madre embrionarias) lo cual permitió, seis años más tarde, en 1987, obtener las primeras mutaciones específicas en genes de ratón, eliminando o alterando la función de determinados genes para estudiar su implicación en enfermedades humanas, avance fundamental en la biotecnología animal que fue reconocido con el Premio Nobel de Medicina o Fisiología a los investigadores pioneros Martin Evans, Mario Capecchi y Oliver Smithies, en 2007.
Dado que los organismos modificados genéticamente (OMG) se obtienen, en el laboratorio, en los centros de investigación, utilizando técnicas de ingeniería genética es frecuente que también se les nombre como GE (del inglés, genetically engineered), y encontremos referencias a GE animals o GE plants. Finalmente, dado que cualquier modificación genética realizada sobre un organismo representa en realidad una alteración de su genoma, de su material genético, también podemos encontrar referencias a los OMG como GA (del inglés, genetically altered), GA animals o GA plants.
Cualquier nuevo producto biotecnológico destinado al consumo (tanto para alimentación o como medicamento) antes de poder ser comercializado, debe superar los controles establecidos por las agencias gubernamentales encargadas de garantizar la seguridad para las personas y el medio ambiente, de acuerdo con la legislación vigente. En Estados Unidos (EEUU) la agencia encargada tanto para la alimentación como para los medicamentos es la FDA (US Food and Drug Administration), mientras que en la Unión Europea existen dos agencias: la agencia encargada de regular los productos destinados al consumo es la EFSA (European Food Safety Authority), y la encargada de regular los medicamentos es la EMA (European Medicament Agency). En este esquema se puede consultar el proceso de revisión que sigue cualquier OMG antes de poder ser autorizado en la Unión Europea, decisión que finalmente depende siempre de cada uno de los estados miembros. En esta página web puede consultarse la lista actualizada de OMG autorizados en la Unión Europea. Actualmente solamente está aprobado para su cultivo en la Unión Europea un maíz transgénico, MON-810, producido por la empresa Monsanto, resistente a plagas de insectos, principalmente cultivado en España. Y aquí puede consultarse la lista actualizada de OMG autorizados para su liberación voluntaria o utilización confinada en España, por comunidades autónomas.
El primer OMG autorizado fue, precisamente, en 1982, una bacteria Escherichia coli transgénica, capaz de producir insulina humana. Las primeras plantas transgénicas que se autorizaron para consumo humano, en 1994, en EEUU, fueron los tomates “Flavr Savr”, producidos por la empresa norteamericana Calgene, Inc., cuya modificación genética permitía retrasar su deterioro durante el transporte y posterior comercialización. Y, tras estos primeros tomates fueron autorizadas muchas más plantas transgénicas resistentes a herbicidas o a plagas de insectos o con características especiales, principalmente en EEUU y en muchos otros países.
Sin embargo, no ha ocurrido lo mismo con los animales transgénicos, en cuanto a aplicaciones para el consumo humano. Los miles de animales modificados genéticamente, principalmente ratones, desarrollados con fines biomédicos, como modelos animales de enfermedades humanas, no se correlacionan, para nada, con el uso de animales transgénicos como productos biotecnológicos destinados al consumo o como productores de medicamentos específicos. A día de hoy, lamentablemente, las presiones e intereses comerciales de determinados grupos sociales han impedido que uno de los primeros animales transgénicos destinados al consumo, el salmón transgénico AquAdvantage, desarrollado en 1989, capaz de crecer más rápidamente que los salmones no transgénicos de piscifactorías y de llegar al tamaño comercial en la mitad de tiempo (apenas un año y medio, frente a los tres años que requiere un salmón no transgénico para comercializarse) llegue a las tiendas. Probablemente este salmón transgénico sea el animal y producto biotecnológico más analizado, testado, revisado y comprobado de toda la historia de la humanidad, durante los 26 años que lleva siendo investigado. Todos los análisis realizados demuestran su seguridad y atestiguan que no plantea problemas al medio ambiente, siendo indistinguible en cuanto a características alimentarias, organolépticas, a todos los efectos, de cualquier otro salmón no transgénico. Sin embargo, la FDA todavía no ha emitido su aprobación final, cuya publicación está pendiente desde principios de 2013, y que previsiblemente se espera que abra la puerta a muchos otros animales modificados genéticamente cuya aprobación para consumo o liberación ha sido solicitada. Entre ellos están los mosquitos transgénicos desarrollados por la empresa británica Oxitec diseñados para combatir eficazmente enfermedades infecciosas transmitidas por estos insectos, como la fiebre amarilla, el dengue o el virus chikungunya. Los primeros ensayos en campo abierto con estos mosquitos ya han sido aprobados en Brasil y están siendo estudiados en otros lugares del mundo para erradicar estas enfermedades.
Por el contrario, la comercialización de unos peces cebra transgénicos con genes de proteínas fluorescentes, denominados GloFish, destinados a su venta para acuarios, está permitida en EEUU desde 2003.
De forma similar, apenas dos medicamentos, aprobados por la EMA y la FDA, tienen su origen en animales transgénicos: ATryn, derivado de la leche de cabras transgénicas; y, Ruconest, derivado de la leche de conejas transgénicas. Ambos productos se utilizan en medicina para tratar pacientes con deficiencia congénita en antitrombina (ATryn) o pacientes con angioedema hereditario (Ruconest). En los próximos años se espera que aumente de forma significativa la lista de productos aprobados cuyo origen es un animal transgénico.
La aparición de las nuevas técnicas de modificación genética, las cuales permiten la edición de genomas de forma mucho más sencilla, precisa y eficaz, como las herramientas CRISPR, está planteando nuevos retos a la legislación sobre OMG. Mediante el uso de las herramientas CRISPR se puede modificar el genoma de un organismo sin dejar apenas huellas, sin introducir ningún ADN foráneo, simplemente incorporando una mutación puntual, una pequeña alteración, de forma idéntica a como esa misma mutación podría haber aparecido de forma espontánea. En estos casos no se produce la introducción de un transgén y, por ello, no puede hablarse, siendo formalmente estrictos, de un organismo transgénico. Es por ello que empieza a ser popular la denominación de animales o plantas editadas genéticamente, o con su genoma editado (en inglés, genome edited, o genetically edited).
En cualquier caso, tanto si hablamos de un organismo transgénico, como si lo hacemos de un organismo genéticamente modificado, o de un organismo genéticamente alterado o de un organismo con su genoma editado, estaremos hablando de bacterias, animales y plantas obtenidos gracias a la investigación científica, gracias al progreso biotecnológico, con nuevas características, mejor adaptados y más respetuosos con el medio ambiente, más productivos, más eficientes, y, en definitiva, más beneficiosos y útiles para la humanidad.
Parece anacrónico discutir sobre estos temas hoy en día, retomando las discusiones y los intensos debates que se produjeron a mediados de los años 90, hace ya más de 20 años, cuando se empezaron a comercializar los primeros productos destinados al consumo, derivados de organismos transgénicos. Una posible interpretación de por qué vuelve a resurgir este tema puede tener que ver con el desconocimiento, con la falta de acceso a la información, veraz, rigurosa, refrendada por multitud de datos científicos, experimentos y análisis realizados durante todos estos años y que demuestran claramente los beneficios de los organismos transgénicos y desmontan, una a una, todas las campañas en su contra lanzadas desde determinados grupos de la sociedad. Por eso es tan importante la comunicación en ciencia, la divulgación y la diseminación de información.
Efectivamente, fumar tabaco es malo para la salud, la actividad industrial humana está cambiando el clima mundial, viajamos a la Luna y los organismos transgénicos son productos de la biotecnología que han aportado grandes beneficios a la humanidad. Por supuesto, hay quien todavía cree que el tabaco no es tan malo como dicen, que es imposible que la actividad humana pueda alterar el clima, que el hombre nunca viajó a la Luna, y que los “transgénicos” son tóxicos y una fuente de problemas para la humanidad, pero esas creencias no cambian los hechos, los datos, la tozuda realidad, como, por ejemplo, José Miguel Mulet, profesor de biotecnología en la Universidad de Valencia, se ha encargado de resumir estupendamente en varias entradas de su blog.
Por todo ello, produce tristeza y asombro, en 2015, la lectura de propuestas con las que se pretende declarar a una ciudad, una región o un país como zona libre de transgénicos. Científicamente no tienen sentido ni justificación.
Lluís Montoliu @LluisMontoliu
Investigador Científico del CSIC
Centro Nacional de Biotecnología